En lo profundo de la cordillera de La Araucanía, nace un río que no solo da vida a los paisajes que atraviesa, sino que también guarda la memoria geológica y espiritual de un territorio ancestral: el Truful-Truful.
Este curso de agua, que fluye por más de 20 kilómetros desde las entrañas del Parque Nacional Conguillío hasta su unión con el Río Sahuelhue —donde juntos forman el majestuoso Allipén—, es considerado por el pueblo mapuche como un espacio sagrado. Su nombre, en Mapudungun, puede interpretarse como “de salto en salto”, aunque también hay quienes aseguran que reproduce el sonido del agua al estrellarse con fuerza contra las rocas, una onomatopeya natural nacida de la tierra misma.
El Truful-Truful no es solo una fuente de agua: es una verdadera joya del ecoturismo en Melipeuco. Entre sus atractivos más visitados están sus dos cascadas, el Salto Grande y el Salto Chico, que enmarcan esta experiencia con belleza escénica y valor patrimonial.
📍 El Salto Grande, ubicado a solo 4 kilómetros del centro de Melipeuco camino a la Reserva Nacional China Muerta, sorprende con sus siete metros de caída rodeados de un ecosistema vibrante, con vegetación nativa que se funde con las antiguas coladas de lava del Volcán Llaima. Es un lugar ideal para la fotografía de naturaleza y para detenerse a escuchar el rugido del agua entre bosques y piedras volcánicas.
📍 El Salto Chico, en tanto, se encuentra dentro del acceso sur del Parque Conguillío, a unos 12 kilómetros del pueblo. Con sus imponentes 30 metros de altura, se abre paso en un paisaje moldeado por miles de años de actividad volcánica. Allí comienza también el sendero que conduce al Cañadón del Truful-Truful, un Geositio reconocido por revelar más de 13.000 años de historia eruptiva del Llaima, uno de los volcanes más activos de Sudamérica.
Visitar el Truful-Truful es mucho más que disfrutar de la naturaleza: es una oportunidad para conectar con la identidad profunda del territorio, con su geología viva y su historia mapuche aún latente. Es un lugar donde la ciencia y la espiritualidad se cruzan al ritmo del agua que sigue esculpiendo el paisaje.