Majestuoso, imponente y perfectamente reconocible, el Volcán Villarrica se alza como uno de los íconos naturales más impactantes del sur de Chile. Con más de 2.800 metros de altitud y un cráter de 200 metros de diámetro, este gigante no solo es uno de los más activos de Sudamérica, sino también el más peligroso del país, según el Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (Sernageomin).
Dentro de su cráter se esconde un lago de lava que hierve a temperaturas extremas, superando los 1.250 °C, generando una constante columna de humo visible desde varios puntos de la región de la Araucanía Lacustre. Esta constante actividad le otorga una presencia viva, casi mística, que atrae a más de 15.000 turistas cada año. Sin embargo, solo unos pocos se atreven a realizar el exigente ascenso de entre ocho y diez horas que culmina en una vista simplemente inigualable.
Un Volcán con Historia
El Villarrica cuenta con uno de los historiales eruptivos más antiguos y documentados del continente, con registros que datan desde 1558. Desde entonces, se han producido al menos 49 erupciones, la mayoría concentradas en el siglo XX.
Una de las más devastadoras fue la de 1948. En ese evento, la actividad volcánica alcanzó niveles críticos: una nube en forma de “coliflor atómica”, según relató el vulcanólogo Lorenzo Casertano, arrasó con nieve, flora, fauna y vidas humanas. La tragedia dejó un saldo oficial de 23 fallecidos, 31 desaparecidos y un gran número de animales muertos.
Más recientemente, en 2015, el volcán sorprendió con una nueva erupción. Afortunadamente, la población ya contaba con mejores sistemas de monitoreo y protocolos de emergencia. Gracias a esto, casi seis mil personas fueron evacuadas a tiempo y no se registraron víctimas fatales.
El Termómetro del Villarrica
Uno de los aspectos que más llama la atención de los visitantes que llegan a Pucón es el semáforo de alerta volcánica. Este sistema de colores —verde, amarillo, naranja y rojo— indica el nivel de actividad del Villarrica en tiempo real. Es una forma didáctica y útil de mantener informada a la población y a los turistas sobre el “estado de ánimo” del volcán.
Cuando la luz está en verde, se considera que el volcán está estable, aunque siempre con su fumarola característica. El amarillo señala un leve aumento en la actividad, mientras que el naranja indica que una erupción podría estar en camino, aunque no se puede saber con certeza cuándo ocurrirá. El color rojo, en cambio, es señal de peligro inminente.
Entre Mitos y Leyendas
Como muchos elementos de la naturaleza en territorio mapuche, el Villarrica no solo se entiende desde la ciencia, sino también desde la espiritualidad. En la cosmovisión mapuche, los Ngen son espíritus que protegen los elementos naturales, y el espíritu del volcán es conocido como Pillán.
Una de las leyendas más conocidas relata una feroz batalla entre dos volcanes: Quetrupillán y Villarrica, este último llamado Rucapillán o “casa del espíritu”. El primero, de temperamento colérico, solía atacar a sus pares con furia. El segundo, más sereno, aprovechó un descuido de su rival para derrotarlo con un soplo que le arrancó la cumbre. Desde entonces, Quetrupillán perdió su forma puntiaguda, y hoy es conocido como el volcán Mocho, por su cima aplanada.
Rucapillán, en cambio, emergió como un símbolo de equilibrio y belleza, con su silueta cónica casi perfecta, siendo venerado tanto por la ciencia como por la tradición.
Un Gigante Siempre Vivo
Ya sea por su impresionante presencia, su historia volcánica o su rica carga cultural, el Villarrica sigue siendo uno de los lugares más fascinantes de Chile. Un destino donde la naturaleza, la aventura y la espiritualidad se entrelazan para ofrecer una experiencia inolvidable.